Despertando a la Filosofía

La Armonía en el Arte, la Ciencia y la Naturaleza

Episodio:

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En este episodio de "⁠Despertando a la Filosofía⁠", Erick explora el concepto de la armonía y su omnipresencia en nuestras vidas. Examina cómo la armonía se manifiesta en la música, el arte, la naturaleza, la ciencia y la espiritualidad. Reflexiona sobre la íntima conexión entre la armonía, la belleza y la simplicidad, así como su relación con el caos aparente. También discute cómo la percepción de la armonía podría estar intrínsecamente ligada a la noción de Dios y el amor, considerados principios universales de cohesión. Únete a Erick en esta exploración y descubre cómo emerge la armonía en medio del desorden y la complejidad de nuestro día a día.

(00:00) Introducción a la Armonía

(00:43) La Armonía en la Música y la Naturaleza

(01:28) La Armonía y la Belleza Matemática

(03:00) Dios, Amor y Armonía

(05:36) Armonía en el Caos

(06:43) La Armonía en el Arte y la Ciencia

(08:20) La Búsqueda de la Armonía en la Vida

(11:14) Conclusión y Reflexiones Finales

Hola, les doy la bienvenida a un nuevo episodio de "Despertando a la Filosofía", y en esta ocasión hablaremos sobre la armonía. Me gustaría compartir algunas reflexiones sobre este tema. Es un tópico fascinante y realmente no podría abordarlo con toda la profundidad que se merece. Sin embargo, creo que muchos de ustedes encontrarán interesante lo que se tratará durante el episodio. Vamos a hablar acerca de cómo esta idea de la armonía está presente en todas nuestras áreas de existencia.

Veremos su relación con el arte, la naturaleza, la ciencia, Dios y el caos mismo. Entonces, cuando pensamos en la armonía, lo primero que nos viene a la mente es la música. Pero lo curioso es que no escuchamos un acorde armónico con nuestros oídos físicos, no como tal.

¿Por qué? Porque la armonía es realmente una función de proporciones y equilibrios entre notas musicales. Es una cuestión más bien matemática y, como veremos, también estética y espiritual, es decir, somos capaces de sentirla y verla en la naturaleza, el arte y nuestros propios pensamientos, sentimientos y estados internos.

Por otro lado, la armonía es un principio organizador profundamente ligado a la belleza y a la simplicidad en general. Todos estos conceptos surgen del esfuerzo por destilar lo complejo en su forma más pura. Pensemos en una ecuación matemática como la famosa ecuación de Euler, donde con solo unos pocos símbolos, se revela una conexión profunda entre números fundamentales.

Esa misma sensación de belleza armónica es la que también nos inunda cuando observamos un cuadro de Madri o de Kandinsky, quien es, por cierto, uno de mis pintores favoritos. En sus obras, los colores y las líneas geométricas se entrelazan de una manera profundamente significativa, realmente ocurre lo mismo cuando miramos un paisaje natural o sentimos que algo en la disposición de los árboles, el curso del río o el vuelo de las aves resuena con algún aspecto interior de nuestro ser. Lo que sentimos al mirar un atardecer o una obra de arte, responde a una estructura más profunda, a un patrón que percibimos en todo lo que nos rodea.

Una regularidad, una inteligencia, un orden, como se le quiera llamar. Es una unidad que le da sentido a las cosas y no las deja caer en la mera confusión. No es poco misterioso, entonces, por qué muchas personas dicen sentir la presencia de Dios.

Pero, obviamente, la pregunta está en qué es Dios realmente. ¿Dios es armonía? Muchos lo han pensado así, o si no, consideran que la armonía también puede percibirse fundamentalmente como unidad, tal y como había dicho. Y la unidad como amor, Dios es armonía, Dios es unidad, Dios es amor. Es interesante pensar en este tipo de relaciones que muchas veces ignoramos.

O a las que no les prestamos atención. ¿Qué significa en el fondo decir que Dios es armonía? No podríamos hablar aquí solo de una armonía estética o de algo que simplemente suena o se ve bien, sino más bien de una armonía metafísica, de la idea de que todo lo que existe está en una relación de equilibrio e interconexión.

Como si todo formara parte de una sinfonía cósmica en la cual todos participamos. En este mismo sentido, va la idea de pensar a Dios como amor. El amor en este contexto vendría siendo la unidad en toda forma de separación aparente. No se trataría de un amor romántico o personal, sino de un principio universal de cohesión, una especie de gravedad espiritual.

Que atrae todo hacia la coherencia y la comunicación. Obviamente, esto implicaría pensar a Dios, o al ser mismo, de una manera diferente a como lo acostumbramos, no como una entidad que organiza el caos desde afuera, sino como un principio interior de unidad presente en todo y en cada una de las cosas.

Y este principio sería amor en su forma más pura, es decir, aquello que mantiene al cosmos en un estado de flujo armónico donde todo, desde los elementos más pequeños hasta las galaxias, se mueven en sincronía. Esta es la idea fundamental y quienes lo hayan experimentado se darán cuenta de a qué me refiero.

Por otro lado, podemos cuestionarnos por qué sentimos estas resonancias tan fundamentales con la realidad o con el universo. Bueno, quizá ellas tengan su origen en una afinidad aparentemente invisible entre el interior y el exterior, como han señalado numerosos filósofos y místicos a lo largo de los siglos.

Pero, ¿es posible realmente la armonía en un mundo donde parece haber tantas guerras, conflictos y demás? Si esta idea tiene algún sentido para nuestra vida, creo que debemos aceptar que ella misma sólo es posible en medio de este universo. No podemos simplemente huir hacia un lugar donde no haya ya movimientos ni perturbaciones, aunque muchas veces quisiéramos eso.

Y es que en muchos sentidos, la armonía emerge realmente cuando aceptamos el caos como parte del orden. Cuando nos damos cuenta de cómo no son contrarios insalvables. Pongamos el ejemplo de Da Vinci. Él veía los remolinos del agua y las turbulencias en la atmósfera como fenómenos que a simple vista, parecían caóticos.

Sin embargo, en su búsqueda por comprenderlos, descubrió que incluso en ese aparente desorden, había un patrón o dinámica capaz de mantener todo de manera balanceada. En general, esa experiencia es muy común entre personas de gran sensibilidad, como artistas, filósofos o científicos. También es un descubrimiento similar al de los místicos quienes, a través de prácticas como el zama sufi, la escuela mística del Islam, buscan unirse al flujo del universo o al ritmo del cosmos.

No imponiendo un control, sino dejándose llevar por un movimiento musical universal. Busquen algunos videos de estos bailes en YouTube o alguna plataforma de video. Son realmente interesantes. De ahí, justamente el asombro, esa sensación de maravilla que sentimos cuando descubrimos algo nuevo, es en sí misma una forma de armonía.

La conexión entre nuestra mente racional y lo que está más allá de nuestra comprensión inmediata, posiblemente ya sido lo que sintió Kepler cuando, tras años de cálculos y observaciones, descubrió las leyes que rigen el movimiento de los planetas. Lo que parecía caótico se transformó en un patrón elegante.

No me parecería nada extraño que todos los grandes científicos pasen justamente por este tipo de vivencias. ¿Cómo puede una persona dejar de sentirse profundamente conmovida cuando se da cuenta de que repentinamente su inteligencia capta algo fundamental sobre la realidad en general? Me parece importante resaltar cómo la armonía no todo es siempre perfecto o predecible. A veces, lo que llamamos armonía surge precisamente de la tensión.

Entre lo que parece estar en conflicto. Pensemos en una conversación profunda, por ejemplo, en esos momentos en que nuestras ideas parecen chocar y sin embargo, de repente algo encaja de manera súbita. Esa resonancia que sentimos cuando logramos comprendernos mutuamente no es diferente de lo que ocurre cuando dos notas musicales que en principio parecen disonantes, se unen para crear algo nuevo y hermoso.

La armonía no siempre es tranquila. A veces es el resultado de integrar lo contradictorio en un todo mayor. La armonía se mueve, no está estática. Desde mi perspectiva, en última instancia, estamos buscando a través de muchas maneras, esa conciliación entre lo que percibimos como caótico y lo que sentimos como armónico entre lo confuso y extraño de la vida y por otro lado, lo perfecto de las matemáticas.

Entre la complejidad de los fenómenos y su simplicidad. Después de todo, nadie querría vivir en un mundo en donde nada se entendiera y tuviera sentido, y a la vez, realmente queremos algo más. También queremos sorprendernos o sentirnos desequilibrados por un momento, aunque sea solo para volver a sentir de nuevo de una manera diferente.

La perfección absoluta sería aburrida. Por ese motivo, nos deleitamos y gozamos con la tensión entre el orden y el desorden de alguna forma en nuestras propias vidas. También estamos en busca de esa armonía o ese sentido de flujo en medio de todas las incertidumbres de existir.

Realmente eso pasa siempre cuando bailamos con otra persona o dialogamos en una reunión festiva, puede haber ruido, gritos e incluso momentos de desacuerdo. Y sin embargo, podemos sentir una corriente en medio de todo eso. Pero muchas veces solo sentimos de esta forma cuando no juzgamos lo que ocurre como bueno o malo, sino que solo lo aceptamos.

Tal vez ese sea el secreto de vivir con armonía, abrirse a todas las experiencias y aprender a no juzgar, contemplar la escena y aceptarla tal y como es, sin intentar cambiarla de acuerdo con ciertos criterios. Sobre lo que va o no va con ella. Y bueno, eso es lo que me pone a pensar todo este tema. ¿Qué piensan ustedes?

Gracias por haber escuchado este episodio. Nos veremos hasta la próxima, chao.