¿Vivir en el Peligro? El Arte de Tomar Riesgos y Vivir una Vida Plena

Al superar nuestros deseos de control nos elevamos por encima de una existencia tímida e impotente. Nos volvemos capaces de vivir peligrosamente.

12/6/2024
·
15 min
·
Erick Güitrón
¿Vivir en el Peligro? El Arte de Tomar Riesgos y Vivir una Vida Plena
Filosofía para vivir

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Nuestro tiempo en este planeta es limitado, y, sin embargo, lo solemos malgastar dentro de actividades poco importantes desde un punto de vista personal. Pasamos el tiempo en redes sociales o en actividades superficiales —como ir de compras o soñar despiertos— porque frecuentemente no tenemos el valor de comenzar a vivir de una manera más plena…

El resultado es que el tiempo se va escurriendo, llevándose entre su corriente pasiones olvidadas y sueños inconclusos. ¿Acaso no habría sido mejor decidir tomar acción y explotar al máximo ese potencial nunca actualizado? Es tal y como lo expresó Mark Twain:

Dentro de veinte años estarás más decepcionado por las cosas que no hiciste que por las que hiciste. Así que suelta las amarras, navega lejos del puerto seguro, atrapa los vientos en tus velas. Explora. Sueña. Descubre. 

En este artículo veremos qué implica el miedo a aventurarse hacia tierras desconocidas. Entenderemos cómo se origina esta sensación de impotencia, viendo su relación con temas como el ego, la moralidad, el sentido de la vida y la espiritualidad. En el camino te ofreceré estrategias prácticas para entender cómo comenzar a tomar riesgos y vivir una vida mucho más plena. 

Seguir normas sociales y adaptarse a valores tradicionales: una forma segura de traicionarte. 

¿Qué significa construir una buena vida? Muchas personas podrían hablar de cumplir con un cierto número de expectativas largamente anheladas: obtener un buen empleo, casarse, comprar una casa, tener hijos, y finalmente, retirarse de este mundo después de haber cumplido satisfactoriamente con un plan de vida. De esta manera todo caería en su lugar, como una pieza en su rompecabezas. 

Más te invito a pensar algo: ¿quién diseñó un plan así para ti? ¿Dios? ¿tu familia? ¿tu entorno cultural? Hacerse este cuestionamiento es importante porque nos permite romper el cascarón de una vida mecánica e inconsciente. Nos ayuda a preguntarnos si realmente estamos sintonizados con el propio ser, y no con una falsa imagen de él. 

Frecuentemente gozamos con goces prestados, soñamos con sueños ajenos y deseamos con deseos impuestos… ¿En dónde está el entusiasmo dentro de esa forma de existencia? ¿En dónde reside su energía? Si su fuente de poder viene del exterior podemos estar seguros de su pobreza. 

Un motor así no es capaz de impulsar con alegría a una persona. Todo su poder está asociado a un deber: 

“Debes ser educado, debes comportarte como otros esperan… Solo así serás aceptado”. Eso nos dicen, y nos llenan de temor. Tememos ser juzgados o condenados por padres, amigos o el mundo en general. Nos imaginamos un jurado imaginario levantando sus reclamos: “¡No disfrutes así con tu sexualidad!”, “¡No persigas esa carrera, no vale la pena!” No queremos ser un fracaso, y, por ello, decidimos tomar una vía segura. De ese modo solo nos traicionamos. 

¿Te imaginas qué extraño es eso? Traicionarte a ti mismo solo para no sentirte incómodo. El filósofo alemán Fiedrich Nietzsche conocía esa tendencia conformista de seguir ciegamente a los demás como moralidad de rebaño. Es un tipo de moralidad sin crítica, en donde se repiten ideas y comportamientos valorados socialmente solo porque es más cómodo hacerlo así. 

Estos ideales culturales mutilan el potencial del espíritu para exhibirse plenamente y mostrar un corazón auténtico. Desactivan el impulso creativo del organismo humano y lo encierran dentro de una caja de palabras limitantes. ¡Y le hacemos caso a esas palabras! 

A continuación veremos cómo al aceptar e interiorizar pensamientos ajenos nos formamos una identidad específica. Entenderemos qué conlleva esa identidad personal y cómo, al perpetuarla, nos convertimos en esclavos de ella.

La Identidad personal y el conformismo 

La identidad es un tema complejo. Muchas personas pasan toda su vida aferrándose a ella, como si fuera lo más importante del mundo. Por ese motivo cualquier amenaza contra ella es recibida con fuertes sentimientos de hostilidad. Lo vemos en ejemplos como estos:

  • Un fanático religioso cierra sus oídos cuando escucha ideas provenientes de otras religiones, o pasa su día esforzándose en convencer a otros de sus creencias.
  • Una mujer depresiva habla una y otra vez acerca de cómo ella jamás podría salir de viaje a otro país porque es una persona muy ansiosa, o porque su incapacidad para orientarse en el espacio no le permitiría desplazarse sola por un lugar totalmente nuevo. 
  • Un hombre jubilado se rehúsa a intentar experimentar con actividades creativas, aún cuando lo desee, pues se ha definido a sí mismo como una persona extremadamente racional y analítica. 

En todos estos casos observamos cómo se llega a defender intensamente una cierta historia personal. Esta historia está llena de emociones, recuerdos y justificaciones, convirtiéndose en una pesada cadena de presidiario. ¿Entonces por qué se le sostiene? Porque es conocida. 

A la mente le gusta lo conocido, aunque le resulte dañino. Ese espacio de familiaridad le da seguridad, aunque también le impida abrirse a nuevas posibilidades. El asombro de vivir es sustituido por una relajada sensación de comodidad, a la cual solemos conocer como zona de confort.  

Escapando de la zona de confort

Conocemos como zona de confort al espacio donde escasamente experimentamos ansiedad. En él ya tenemos una serie de hábitos, lugares de recreación y círculos sociales —sean de amistad, familia o profesión— en donde ejercemos habilidades físicas, cognitivas y emocionales largamente practicadas. Ya no representa desafíos ni dificultades, por lo cual difícilmente se aprende algo nuevo en ella. 

¿Qué hay más allá de la zona de confort? Están otras zonas en donde comienza a verificarse un auténtico proceso de transformación:

1. Zona de peligro:

La zona de peligro aparece inmediatamente después de que se abandona la zona de confort. En ella comienzan a manifestarse numerosas ansiedades e incertidumbres, pues se percibe el peligro de amenazas desconocidas.

Esas amenazas se presentan como conflictos sociales, problemas aparentemente inmanejables o sentimientos de incomprensión. Todos estos obstáculos emergen como atentados contra nuestros sentimientos de identidad personal.

2. Zona de aprendizaje:

La zona de aprendizaje es en donde comienzan a percibirse algunos rayos de luz, debilitándose el enojo, la ansiedad y el malestar existencial de la zona anterior. Ese confuso sentimiento de que uno se halla fuera de lugar comienza a desvanecerse y aparece una mayor confianza en el poder interior al momento de superar nuevos desafíos.  

3. Zona de crecimiento: 

Cuando logramos aterrizar en esta última zona iniciamos realmente nuestro viaje de transformación interior, convirtiéndonos en nuevas personas. Nuestras energías creativas se despliegan a su punto máximo, pues ya no están distraídas por superar peligros específicos u obtener aprendizajes concretos. 

Es un momento de unificación. ¿Alguna vez en tu vida has sentido como si un montón de pedazos distintos de experiencias nuevas y conocimientos dispersos se reunieran finalmente en un solo momento de inspiración? En ese instante de ¡aha! entendiste algo nuevo. Posiblemente tu mundo haya cambiado. 

En la zona de crecimiento es en donde ese tipo de vivencias llenas de altura emocional y profundidad espiritual comienzan a surgir. 

¿Por qué detenemos nuestro crecimiento personal?

Existen diversas razones por las cuales llegamos a detener nuestro crecimiento personal. En esta sección revisaremos algunas razones capaces de explicar esta tendencia tan común.

1. Necesidad de control y predicción:

Cuando nacemos entramos a un mundo lleno de sensaciones extrañas e incontrolables. El mundo nos resulta enteramente nuevo e impredecible porque nunca antes hemos aprendido a saber qué efectos le seguirán a ciertas causas. Por ejemplo, el bebé no sabe qué pasará si arroja una pelota hacia arriba o llega a voltear un vaso de agua. ¡Nunca ha pasado por una situación así!

Pero conforme crecemos comenzamos a construir un universo en miniatura dentro de nuestras cabezas, respecto al cual vamos formando una identidad personal. A eso le llamamos visión del mundo. A través de ese modelo mental comenzamos a darle un sentido a la realidad, así como a esperar ciertas consecuencias de ella. 

Algunas de estas consecuencias tienen un gran valor como mecanismos de supervivencia  —Por ejemplo, aprender que el fuego quema cuando se mete una mano en él— pero otras se forman a partir de ciertas experiencias traumáticas  en el medio familiar o cultural, así como a través de una educación ideológica específica. 

¿Qué pasa con esas vivencias? Ellas no son universales. Fueron condicionadas por un ambiente muy específico, y, por lo tanto, no tienen por qué ser verdaderas en otros tiempos y lugares: 

No siempre serás castigado cuando expreses tus opiniones, aunque tus padres te hayan hecho sentir así. Tampoco tienes por qué esperar ver un repudio social ante ciertas expresiones sexuales, aunque eso haya ocurrido dentro de tu estricta comunidad religiosa. No tienes por qué seguir encadenado a una manera rígida de interpretar el mundo, ni seguir esperando lo mismo de él. Es posible salir de ese bucle de repeticiones inerciales. 

2. Necesidad de pertenencia social:

Nuestras identidades no sólo son personales. Ellas también están conformadas por todo nuestro mundo social, el cual nos hereda una gran cantidad de creencias y narrativas ideológicas. Ahora bien, estas identidades sociales continúan ejerciendo su influencia de manera práctica a lo largo de la vida, pues seguimos siendo dominados por sus juicios, críticas y recompensas cotidianas. 

Veamos qué pasa si tratamos de cuestionarnos cierto tipo de opiniones compartidas en nuestra familia o comunidad cercana: repentinamente recibimos una avalancha de miradas enojadas o comentarios hirientes. Eso mismo suele ocurrir cuando nos esforzamos en seguir pasiones personales o cambiar algún hábito importante (por ejemplo, volvernos vegetarianos). Los reproches no se dejan esperar.  

Por estos motivos resulta muy difícil abandonar una identidad. Ella está firmemente soldada a otras personas, así como a sus expectativas críticas sobre nosotros. 

3. Sesgo de confirmación:

¿Te has encontrado en situaciones en donde lees mal una palabra porque tenías ocupada tu mente con ese tema? Por ejemplo, tomaste una calle llamada “fresnos” por “frenos” porque estabas preocupado por una próxima cita con el dentista. Esa es una tendencia mental muy común. No vemos el mundo tal cual es: todo el tiempo estamos proyectando deseos, inquietudes o miedos sobre él. 

El sesgo de confirmación nos habla precisamente de esto. Consiste en el hábito psicológico de filtrar nuevas experiencias a través de interpretaciones coherentes con nuestra visión del mundo. De esta manera su identidad se ve reforzada y sus expectativas parecen confirmarse mágicamente.

Por ejemplo, una persona racista puede llegar a ser incapaz de ver virtudes o cualidades positivas en otro ser humano porque su manera de pensar le impide hacerlo. En un caso así su mente funciona a un nivel muy restringido, por lo cual sólo confirma en el exterior algo previamente guardado en su interior. 

¿Cómo superar la inacción y vivir una vida más plena?

Es muy fácil prometerse a uno mismo ciertas cosas, e igual de sencillo es abandonar tales esperanzas a favor de patrones conocidos de comportamiento. Por ese motivo veremos algunas estrategias que podrás emplear para romper con ellos y empezar a vivir con mayor intensidad.

1. Acepta la incertidumbre

Abrirse a nuevas experiencias es difícil porque implica dejar de ser capaz de darle un sentido claro al entorno. Solo imagina qué se sentiría ser un hombre de negocios de carácter conservador y empezar a convivir repentinamente con un grupo hippie, o entrar en un retiro de meditación, tal y como le ocurre a Don Draper, el infame protagonista de Mad Men.  

Obviamente en un caso así habrá una sensación de inestabilidad. Eso es natural porque no sabrás qué esperar. En muchas ocasiones lo más importante es dar un salto hacia el abismo y ver qué ocurre. 

Es importante tener en mente esto. Si esperas hasta tener certeza de qué camino tomar nunca pasará nada. 

2. Crea comunidad: 

En muchas ocasiones, el mejor modo de empezar a tomar riesgos es presentarse en el lugar adecuado y atreverse a formar relaciones inusuales con otras personas. ¿Por qué? Porque ellas son ventanas hacia otras situaciones y acontecimientos. Si mantienes una mente abierta descubrirás cómo vas siendo transportado lentamente hacia lugares en donde podrás experimentar vivamente con oportunidades imprevisibles de crecimiento. 

3. Estudia el comportamiento de tus antecesores:

En el curso de la historia han existido muchos seres humanos invocados a dejar su hogar y experimentar nuevos aires de aventura. Ellos también han pasado por dificultades, obstáculos y momentos de miedo, y, sin embargo, han atravesado sus inseguridades con vigor. Estas personas han dejado sus enseñanzas en pensamientos, frases, obras artísticas y libros autobiográficos. 

Estudiar a personajes heroicos como Charles Darwin, Amelia Earhart o Jane Goodall puede ayudarte a recibir inspiración en tu propio proceso personal de autocrecimiento.

Conclusiones:

Nuestra existencia como seres humanos recibe su nutrición de nuevas experiencias. Ellas forjan nuestro carácter y le aportan un conocimiento nuevo al espíritu. Muchas veces renunciamos a esas llamadas porque nos aferramos al control, resguardando temerosamente nuestra identidad. Sin embargo, al hacer eso ganamos seguridad mientras perdemos el mundo… Cuando te sientas impotente para darle rienda suelta a tu verdadero poder de existencia recuerda estas palabras de Nietzsche:

¡Créeme! — El secreto para cosechar de la existencia la mayor fecundidad y el mayor disfrute es: ¡vivir peligrosamente!  Construye tus ciudades en las laderas del Vesubio. Envía tus barcos a mares desconocidos. Vive en guerra con tus iguales y contigo mismo. Sé ladrón y conquistador mientras no puedas ser gobernante y poseedor, ¡tú, buscador de conocimiento! Pronto pasará la época en la que puedas contentarte con vivir oculto en los bosques como un ciervo tímido…

Preguntas Frecuentes:

¿Qué es la mentalidad de crecimiento y cómo ayuda a tomar riesgos?

La mentalidad de crecimiento es la creencia de que las habilidades y la inteligencia se pueden desarrollar con esfuerzo y aprendizaje. Ayuda a tomar riesgos al fomentar la resiliencia y la disposición a aprender de los errores.

¿Cómo influye el miedo al fracaso en la toma de decisiones?

El miedo al fracaso es capaz de paralizar a las personas y evitar que tomen decisiones arriesgadas. Superar este miedo implica cambiar la percepción del fracaso y verlo como una oportunidad de aprendizaje.

¿Qué es la resiliencia y cómo es posible desarrollarla?

La resiliencia es la capacidad de recuperarse de las dificultades. Se puede desarrollar a través de la práctica de la autocompasión, el establecimiento de metas realistas y el aprendizaje de experiencias pasadas.

¿Cómo puede ayudarnos a tomar riesgos la visualización positiva?

La visualización positiva implica imaginar escenarios exitosos y puede ayudar a aumentar la confianza y reducir la ansiedad al enfrentar situaciones nuevas y desafiantes.

¿Cómo afecta la procrastinación la toma de riesgos?

La procrastinación es el acto de retrasar tareas importantes. Afecta la toma de riesgos al impedir que las personas actúen a tiempo y aprovechen oportunidades debido al miedo o la indecisión.

¿Qué es el pensamiento crítico y cómo llega a reducir el conformismo?

El pensamiento crítico implica analizar y evaluar la información de manera objetiva. Puede reducir el conformismo al fomentar la independencia de pensamiento y la disposición a cuestionar normas sociales tradicionales.

¿Qué estrategias nos permiten desarrollar una mayor tolerancia a la incertidumbre?

Estrategias como la práctica de mindfulness, el establecimiento de metas flexibles y la exposición gradual a situaciones desconocidas pueden ayudarnos a desarrollar nuestra capacidad para tolerar la incertidumbre.

Referencias

  1. Anderson, Nate. What Nietzsche can Teach us About Embracing Risk and Failure in an Age of Technological Comforts. Artículo disponible en Big Think: https://bigthink.com/thinking/nietzsche-failure-comfort/
  2. Bardwick, J. (1991). Danger in the Comfort Zone: From Boardroom to Mailroom: How to Break the Entitlement Habit that´s Killing American Business. USA: AMACOM. 
  3. Hauskeller, Michael. The Meaning of Life and Death: The Classic Thinkers on the Ultímate Question.  UK: Bloomsbury. 

Filosofía para vivir

Este artículo forma parte de un proyecto liderado por Erick Güitrón, dedicado a explorar y difundir conocimientos en el ámbito de la filosofía. Además de artículos como este, el proyecto incluye un podcast, ebooks y servicios de consultoría, todos diseñados para profundizar en temas filosóficos y aplicar estos conocimientos a la vida cotidiana.

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Sobre el/la autor(a)

Erick Güitrón se ha dedicado el estudio de temas espirituales, metafísicos y existenciales desde joven, interesándose por comprender el mundo desde una multiplicidad de perspectivas complementarias. Una de sus mayores pasiones consiste en ayudarle a otras personas a descubrirse a sí mismas a través del empleo de herramientas psicológicas, filosóficas y contemplativas. Cuenta con estudios de licenciatura y maestría en filosofía, así como con una licenciatura en psicología.

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