Despertando a la Filosofía

¿Qué es la soledad? Algunas exploraciones filosóficas y psicológicas

Episodio:

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En este episodio, Erick explora la soledad, una experiencia que todos hemos vivido. Analiza cómo la soledad puede ser tanto positiva como negativa, desde la paz que encontramos en momentos de aislamiento hasta el dolor de sentirnos excluidos.

Erick aborda diferentes tipos de soledad, incluyendo la física, la existencial y la epistémica. También habla sobre cómo la autenticidad y la conexión con los demás pueden ayudarnos a enfrentar la soledad. Con referencias a filósofos y estudios científicos, descubrirás cómo nuestros cerebros pueden sincronizarse con los de otros, creando una sensación de conexión profunda.

Únete a esta reflexión sobre la soledad y aprende a encontrar un equilibrio entre la necesidad de estar solo y la de conectar con los demás.

Hola a todos, soy Erick y en esta ocasión me gustaría hablarles acerca de un tema fundamental para todos nosotros como seres conscientes en este planeta: la soledad. Quien no se ha sentido solo alguna vez es algo muy, muy fundamental de nuestras vivencias cotidianas. Ahora bien, podemos decir que la soledad es un tema complejo y que no necesariamente tiene que ver con sentirnos solos en términos corporales o físicos. Esta es la soledad más conocida. ¿A qué me refiero? Bueno, a esa experiencia cotidiana de estar en nuestra habitación, bañándonos, practicando con algún instrumento musical, cantando, dibujando, haciendo cualquier cosa, y en esa experiencia no estamos frente a la mirada de otras personas, no estamos hablando con otros, no estamos en el dominio de lo público, sino que más bien estamos en el dominio de lo privado.

Ahora bien, esta experiencia de soledad no necesariamente es buena ni mala; puede presentarse de los dos modos. Hay personas que, en esos momentos en los que están haciendo lo que les gusta, pueden llegar a sentirse muy bien. Pueden sentir que de alguna forma se están recuperando de su día a día, que están sintiéndose más en paz, más tranquilos, más serenos, precisamente porque no tienen que lidiar con el caos cotidiano. Muchas veces, cuando nos encontramos en la calle o en nuestra rutina diaria, nos llenamos de información que puede ser muy caótica. Entonces, cuando volvemos a nuestra casa, a nuestro templo privado, cuando nos retiramos a nosotros mismos, eso nos permite de alguna forma también reintegrarnos.

¿A qué me refiero con esto? A que toda esa información fragmentaria y caótica con la que tuvimos contacto puede de alguna forma tomar sentido o forma. Es en esos momentos de soledad en donde, si prestamos atención o somos introspectivos, emerge nuestra voz interior. Una voz que nos dice qué es lo que hicimos, qué es lo que pensamos, y nos permite reflexionar acerca de nuestro pasado, nuestros sueños, o nuestros valores. Ese tipo de soledad física puede ser muy restauradora.

Sin embargo, esa misma soledad física también puede llegar a ser negativa. Hay personas que, por una u otra razón, son excluidas del resto de la sociedad, no pueden hacer amigos o algo les está ocurriendo que les obliga a estar ahí, no porque quieran, sino porque tienen que hacerlo. Creo que esto se vivió de manera muy intensa durante la pandemia. Muchas personas entraron en depresión precisamente porque estaban encerradas en sus hogares, les decían que no podían salir. Aunque estaban conectadas por medio del internet, de las videollamadas o de las redes sociales, sabemos que eso no era suficiente, porque el ser humano también necesita el contacto físico, necesita escuchar la voz de otras personas. No es natural estar únicamente a través de la computadora. Como seres biológicos con un sistema nervioso muy sensible, necesitamos estar con otros. Es algo muy, muy importante y fundamental.

Entonces, podemos decir que esta experiencia de la soledad física puede ser positiva o negativa dependiendo de los casos. Pero también hay otra forma de soledad que tiene que ver con encontrarse con muchas personas y aún así sentirse solo. Creo que esto es algo con lo que muchos se podrán identificar seguramente. Tal vez hayan estado alguna vez en una fiesta o en una reunión social y de repente se hayan dado cuenta de que no tenían nada que ver con las personas que estaban allí, no compartían los mismos intereses, quizás nadie les hablaba o no sabían cómo aproximarse. Esta sensación es horrible porque, aunque todos están ahí, uno no puede sentirse incluido. Se siente invisible, anónimo, y pueden surgir pensamientos de autodesprecio. Esto es muy común y también suele ocurrir en personas con padecimientos psicológicos como la depresión o la ansiedad.

¿Por qué ocurre esta sensación de exclusión? Una de las razones puede ser que no compartimos los mismos intereses que las demás personas o que nuestra identidad personal no encaja con ese grupo. También podemos sentirnos fundamentalmente diferentes de los demás, como si nadie nos pudiera entender, como si estuviéramos incomunicados con el resto del mundo. Esta sensación puede darse no sólo en un lugar específico, sino en muchos lugares y momentos, como si estuviéramos en el planeta equivocado.

Entonces, ¿qué pasa? Quizás no nos atrevemos a expresar nuestra opinión porque nos sentimos avergonzados, porque creemos que nos van a ver como bichos raros, o se van a reír de nosotros. En buena medida, los sentimientos de soledad corresponden a esta ausencia de confianza. De hecho, los estudios sobre este tema muestran que la confianza en el mundo y en otras personas es fundamental para no sentirnos solos. Si creemos que no podemos confiar porque los demás nos van a lastimar o hacer daño, definitivamente no vamos a poder conectar y nos vamos a sentir completamente aislados. Este fenómeno también se da a nivel social. En sociedades totalitarias, donde todos tienen que estar mirando por encima del hombro por temor a ser traicionados, hay muchísima soledad. La gente se siente sola porque todo el tiempo tiene que estarse cuidando.

Podríamos decir que la desconfianza sistémica propicia estas sensaciones de soledad. No podemos estar seguros de si lo que nos dice el otro es verdad, pero el punto es si nosotros sentimos que lo que el otro nos dice es verdad. Si frecuentemente percibimos que los otros nos mienten o nos quieren hacer daño, entonces nos vamos a sentir solos.

Estas formas de soledad tienen un carácter psicológico o sociológico, en el sentido de que depende del individuo o de la sociedad si nos sentimos solos o no. Pero hay algunos filósofos, artistas y pensadores a lo largo de la historia que nos han dicho que no sólo se trata de no tener confianza en nosotros mismos o en los demás, sino que hay una sensación de soledad mucho más profunda y de carácter existencial. Esta soledad existencial es algo con lo que tenemos que lidiar todas las personas, independientemente de quiénes seamos, en qué momento de la historia, o con qué personas, simplemente porque somos individuos separados. Esta idea ha sido nombrada como soledad metafísica.

La soledad metafísica es una soledad que no puede cruzarse porque pertenece a la misma naturaleza de nuestra realidad como seres humanos y como seres en general. No podemos literalmente ponernos en los zapatos de otra persona, no sabemos qué es ser esa persona. Para eso, tendríamos que intercambiar cuerpos, y parece ser que eso no se puede. Esta es una soledad que parece irresoluble.

La soledad metafísica también conduce a algo que se conoce como soledad epistémica, que es la soledad en la que no podemos terminar de comprender a alguien, aunque trate de comunicarnos su ser interior de muchas maneras. Existen artistas como poetas, cineastas, pintores que nos tratan de hacer conocer cómo están sintiendo el mundo. Podemos alcanzar a vislumbrar algo de lo que nos dicen, pero no lo vamos a poder entender totalmente, porque lo que nos están diciendo viene de experiencias personales y muy sutiles que quizás nunca hayamos vivido. Lo más que podemos decir es que hemos vivido algo parecido y en eso podemos comunicarnos.

Esta realidad cotidiana también se experimenta en nuestras relaciones. Cuando estamos hablando con nuestra pareja y parece que estamos teniendo un conflicto, tratamos de hacerle entender nuestro punto de vista, pero no lo ve así. Ella nos dice algo y nosotros tampoco lo entendemos. Esto genera frustración. Nos damos cuenta de que esa persona que pensábamos que conocíamos muy bien, con la cual habíamos convivido durante años, en realidad piensa diferente a nosotros. Esta desilusión es común cuando se rompe la ilusión del enamoramiento, cuando nos damos cuenta de que el otro es un otro, y por más que pensáramos que era nuestra otra mitad, tiene sus propios traumas y conflictos, su manera de ver las cosas.

Podemos tratar de conectarnos de una manera forzada, lo cual nunca funciona realmente, o podemos dejar que el otro sea el otro y buscar una forma de comunicarnos. La soledad epistémica es aterradora y está muy unida con la soledad metafísica.

También me gustaría hablar sobre una paradoja presente en la soledad: puede ser muy agradable, permitiéndonos paz, tranquilidad y libertad, pero también puede ser muy desagradable. Nos movemos constantemente entre estos dos polos. Buscamos desesperadamente conectarnos con otros, tener relaciones amorosas fuertes e intensas que nos saquen de nuestro vacío interior, y al mismo tiempo, lo evitamos. La exposición frente a otras miradas puede hacernos sentir como objetos, nos sentimos juzgados y dominados. Esto ocurre en la sociedad y en nuestras relaciones personales.

Para mí, la solución está en aceptar este hecho y aun así atrevernos a ser auténticos y conectarnos con lo que nos rodea. La autenticidad no se produce aisladamente, sino que una autenticidad realmente libre se da en comunicación y en unidad con lo que nos rodea. Al atrevernos a ser auténticos, comenzamos a encontrar personas que resuenan y vibran con nosotros, que no están tratando de dominarnos. He encontrado personas maravillosas en mi vida con las que puedo sentirme realmente cómodo, amigos, colaboradores y mi pareja actual. Cuando nos atrevemos a ser auténticos, construimos una vida en la que podemos conectarnos y no estar solos.

Esta conexión tiene incluso una explicación científica. Tal vez hayan escuchado la idea de estar en la misma frecuencia que alguien o vibrar parecido. Estas frases tienen una razón de ser. Estudios en neurociencia y psicología cognitiva han encontrado que nuestra actividad cerebral y nuestros ritmos cerebrales, que trabajan de forma eléctrica con distintas frecuencias, pueden sincronizarse con los demás.

Hay estudios que miden la actividad eléctrica de dos personas que están llevando a cabo alguna actividad conjunta y muestran que sus patrones están sincronizados. Esto apoya la idea de una conciencia colectiva o extendida, una conciencia que podría ser compartida. Esta sincronización puede explicar momentos de unión o fusión entre personas, como en los amantes, en ciertas fiestas, festivales de música, o en la naturaleza.

Espero que estos temas les hayan resultado interesantes. Pueden suscribirse al podcast y revisar la página de Filosofía para Vivir en despertar.com, donde estoy escribiendo una serie de artículos sobre estos temas. También pueden buscar las redes sociales de Filosofía para Vivir en Facebook, Twitter, Instagram y demás. ¡Chao y un abrazo!