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La idea de perseguir la perfección nos coloca en un dilema muy interesante, pues nos invita a preguntarnos por la naturaleza misma de nuestra experiencia humana. En este artículo veremos cómo una búsqueda constante de ella nos coloca en una posición de lucha contra el mundo, el cual se encuentra en un estado de permanente transformación. El deseo de detener el tiempo y fijar algo en su mejor versión —lo cual es realmente una idealización— se convierte en una ilusión capaz de devorarse el movimiento dinámico de nuestra vida.
El anhelo de perfección nos mata lentamente… Frecuentemente nos paraliza con ansiedad, o nos impide apreciar el presente tal y como es.
La perfección
La perfección suena muy bonita en nuestra cabeza. Queremos ser los mejores o hacer lo mejor, entreteniendo ideas irreales en nuestra cabeza en torno a un futuro deseado. ¡Si solo pudiera hacer la mejor obra de arte! ¡Si solo pudiera ser ingenioso, ordenado, interesante y lleno de cualidades admirables! ¡Si tan solo pudiera ser perfecto…!
Y, sin embargo, nunca se cumplen esas expectativas. En el fondo nada es como “debería” ser según dicta cierta imagen ideal. Y eso es porque el universo excede por mucho nuestras ideas. No está bajo nuestro control ni tampoco debería estarlo, y darse cuenta de eso es comenzar a vivir en libertad. Es comenzar a ver cómo podemos hallar amor, bienestar y alegría en su incertidumbre, fluyendo y siendo sorprendidos.
Y es que cuando tratamos de moldear el mundo según nuestros deseos perdemos el impulso real de vivir. Todo se hace rígido y acartonado. Hacemos pequeños nuestros futuros porque solo los organizamos de acuerdo con una idea proveniente del ego, según el cual hay algo bueno y algo malo, o algo deseable y algo indeseable…
Y, sin embargo, muchas veces en mi vida me he dado cuenta de cómo me divierto y aprendo más cuando me dejo guiar por mi intuición, conociendo lugares o personas incapaces de encajar con mi plan perfecto. No, esas experiencias no fueron perfectas, sino algo distinto: brillaron por su realidad.
Es necesario tener mucho humor para ver cómo nuestra vida no tiene necesidad de estar cuadriculada —el cuadro es una figura muy seria, después de todo— y, aún más, es necesario gozar de mucha apertura mental para gozar plenamente de momentos ajenos a nuestra identidad, o a nuestra forma de pensar.
Es en esta capacidad de fluir con la imperfección en donde se revela nuestra verdadera naturaleza. ¿Qué experiencias nos marcan realmente? Aquellas susceptibles de conectarnos con los demás de manera genuina y espontánea, pues ellas nos muestran nuestra vulnerabilidad y nos conducen a una felicidad más allá del control. La cultura contemporánea nos invita a proyectar una imagen impecable, pero en el fondo todos sabemos que eso no es importante:
Lo más sagrado se halla en esos momentos divertidos, incómodos y un poco tontos en donde nos dejamos llevar por el momento. También se muestra cuando abrimos nuestro corazón al otro y nos permitimos compartir nuestras heridas desde un lugar de amor y compasión.
Estamos hechos de imperfecciones, traumas, intereses ridículos y goces infantiles. Y eso está bien. No tenemos por qué ser un cuadro interesante en la pared, sino una persona viva capaz de aceptar su locura, su luz y su oscuridad…
Cerámica japonesa
La cerámica japonesa, con su técnica de Kintsugi, resalta este reconocimiento de lo imperfecto de manera visual. Reparar un objeto roto con oro no busca restaurarlo a su estado original, sino destacar su historia y su proceso de transformación. Las cicatrices no son ocultadas, sino celebradas, pues ellas otorgan valor a tales piezas.
Del mismo modo, nuestras propias experiencias de ruptura y fracaso no son superfluas, ni han de ser borradas. Ellas resultan fundamentales para nuestro ser. Tal y como a veces se dice, a través de esas grietas dejamos entrar la luz.
Lo mismo ocurre cuando echamos una mirada sobre la naturaleza. Lo que parece destrucción es, en realidad, una forma de renovación. Cada ciclo de vida lleva consigo la marca de lo que fue antes, y lo que surge no es solamente una recreación de lo anterior, sino una nueva forma que incorpora las huellas del pasado. Lo que ha sido desgastado o alterado es, al final, lo que nos conecta con el flujo de la vida misma.
En este sentido, es imposible separar la imperfección de lo que consideramos belleza. Las obras de arte que más nos conmueven no son las que pretenden alcanzar una simetría perfecta o una ejecución impecable, sino aquellas que nos muestran algo profundamente humano, o algo que resuena con nuestra experiencia real del mundo. De hecho, lo que solemos llamar "perfecto" a menudo carece de alma… De esa vibración que encontramos en lo que ha sido moldeado por el tiempo y por las manos de quien lo creó.
Este diálogo entre lo que es y lo que pretendemos que sea nos invita a reflexionar sobre la creatividad, no como un acto de perfección, sino como un proceso continuo de ajuste, error y experimentación. Y esto no solo se aplica al arte, sino también a nuestras relaciones, a nuestras decisiones y a nuestra manera de estar en el mundo. Las imperfecciones que tratamos de corregir en nosotros mismos, o los errores que intentamos ocultar, son a menudo lo que nos hace únicos. Lo que nos conecta con los demás de una manera auténtica.
En este sentido, perseguir la perfección no solo es una batalla perdida, sino que es una batalla que nos aleja de lo más valioso: nuestra autenticidad. Es en lo incompleto, en lo que no sigue un plan ni un esquema previo, en donde encontramos la libertad de abrirnos a un acontecimiento.
En el fondo nuestras propias imperfecciones nos recuerdan que estamos en constante transformación, pues no somos productos terminados, sino seres en proceso. Y, al final, no hay mayor belleza que la de aceptar ese proceso en su totalidad.
La imperfección es vida, y, en su ausencia, solo nos queda su ser momificado. Una hermosa mariposa disecada en un cuarto…
Conclusión
La búsqueda de la perfección, o de esa imagen pulida y sin fisuras, puede parecer un ideal elevado, mas al perseguirla muchas veces nos alejamos de la autenticidad y de la aceptación de la vida tal y como es. Nos envuelve en una constante comparación con modelos imposibles y nos invita a ocultar nuestras imperfecciones en lugar de reconocerlas como parte esencial de quienes somos. Si nos detenemos a observar, veremos que es en lo incompleto, en los detalles imprevistos y en las "grietas" de nuestra existencia donde encontramos una verdadera conexión. Una belleza sin adornos.
Preguntas Frecuentes
¿Por qué la búsqueda de la perfección causa insatisfacción?
La constante búsqueda de la perfección puede llevar a la insatisfacción porque establece expectativas poco realistas y nos hace sentir que nunca somos lo suficientemente buenos. Psicólogos sugieren que esta obsesión nos aleja del presente y nos impide disfrutar de los logros reales. Al intentar cumplir con estándares imposibles, experimentamos ansiedad, agotamiento e inseguridad. La perfección, al ser inalcanzable, se convierte en una trampa mental que nos impide aceptar nuestras imperfecciones y vivir con autenticidad.
¿Es posible alcanzar la perfección en la vida?
La perfección absoluta es difícil de alcanzar debido a la naturaleza compleja y cambiante de la vida misma. En filosofía y psicología, se considera que la perfección es un ideal más que una realidad. La vida implica cambio, imperfección y adaptabilidad, lo que hace que perseguir un estado "perfecto" sea en gran medida ilusorio. En lugar de intentar alcanzar la perfección, los expertos sugieren que aceptar nuestras fallas y aprender de ellas es un camino más saludable y enriquecedor.
¿Qué es el perfeccionismo y cómo afecta la salud mental?
El perfeccionismo es la tendencia a exigirse estándares extremadamente altos, muchas veces imposibles de alcanzar. Esta actitud puede llevar a problemas de salud mental como la ansiedad, la depresión y el agotamiento, ya que el perfeccionista siente una constante presión por no cometer errores. Además, el perfeccionismo puede reducir la productividad, ya que el miedo al fracaso puede llevar a evitar tareas o a un proceso de procrastinación. Practicar la autocompasión y redefinir los objetivos son formas de gestionar el perfeccionismo.
¿Cuál es la diferencia entre la perfección y la excelencia?
La perfección implica intentar alcanzar un ideal sin margen de error, mientras que la excelencia busca hacer las cosas bien pero acepta la posibilidad de errores como parte del aprendizaje. Mientras la perfección está orientada hacia un ideal inalcanzable, la excelencia es flexible y realista. La búsqueda de la excelencia permite el desarrollo personal y la satisfacción sin la presión de una perfección irrealizable. Según los expertos, enfocarse en la excelencia puede fomentar una mentalidad de crecimiento y resiliencia.
¿Cómo encontrar paz interior al aceptar la imperfección?
Aceptar la imperfección es clave para lograr paz mental, ya que nos libera de la presión de ser perfectos. Prácticas como la meditación, la autocompasión y el mindfulness ayudan a reducir la autocrítica y a aceptar la naturaleza cambiante y compleja de la vida. La filosofía japonesa del wabi-sabi, por ejemplo, celebra la belleza de lo imperfecto, enseñándonos a valorar lo incompleto y lo transitorio. Al aceptar la imperfección, cultivamos una actitud de gratitud y serenidad frente a nuestras propias fallas y las del mundo.
Referencias
- Brené Brown, Ph.D., LMSW. (2010). The Gifts of Imperfection: Let Go of Who You Think You're Supposed to Be and Embrace Who You Are. Center City, MN: Hazelden.
- Dweck, C. S. (2006). Mindset: The New Psychology of Success. New York, NY: Ballantine Books.
- Koren, L. (2008). Wabi-Sabi for Artists, Designers, Poets & Philosophers. Point Reyes, CA: Imperfect Publishing.
Despertando a la Filosofía
Este artículo forma parte de un proyecto liderado por Erick Güitrón, dedicado a explorar y difundir conocimientos en el ámbito de la filosofía. Además de artículos como este, el proyecto incluye un podcast, ebooks y servicios de consultoría, todos diseñados para profundizar en temas filosóficos y aplicar estos conocimientos a la vida cotidiana.