¿Es posible la liberación espiritual en un mundo limitado?

Cuando despertamos a nuestro verdadero ser el mundo entero se libera: aprendemos aceptarlo tal y como es.

5/8/2024
·
10 min
·
Erick Güitrón
¿Es posible la liberación espiritual en un mundo limitado?
Despertando a la Filosofía

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¿Qué implica ser libres? Este ideal tan común de individuos y sociedades está rodeado con un aura de misterio. La palabra en sí tiene una gran variedad de significados dentro de esferas políticas, psicológicas o espirituales.

En este artículo nos vamos a concentrar en pensar qué significa ser liberado en un sentido espiritual. Me interesa especialmente enfocarme en cómo una experiencia de este tipo es posible dentro de un mundo en donde están presentes tantas cadenas culturales y conflictos interpersonales.

Históricamente muchos seres humanos se han recluido en soledad porque solo de esa manera veían alguna esperanza de alcanzar un cierto grado de paz interior. Esos eremitas iban a un desierto o montaña para no ser perturbados. Buscaban su liberación al distanciarse de otras personas para evitar cualquier conflicto con ellas. 

¿En verdad es posible alcanzar algún tipo de liberación cuando el mundo externo nos impone tantas restricciones o se opone violentamente a nuestras maneras auténticas de ser?

Reflexionemos un poco acerca de esto. 

Libertad de conciencia y autonomía personal. ¿Ser esclavos de nuestras emociones o de nuestros pensamientos?

La autonomía personal es considerada como algo altamente deseable. En el derecho constitucional de muchos países está claramente establecida la necesidad de reconocerle a una persona su capacidad de elegir libremente qué valores y creencias le parecen más convenientes. A eso se le llama libertad de conciencia. 

También se le da a cada individuo el derecho a satisfacer sus preferencias personales, siempre y cuando no interfieran con otros. Eso incluye llevar a cabo actividades riesgosas, como participar en deportes extremos o realizarse modificaciones corporales. 

Para muchas personas la libertad implica simplemente hacer lo que uno quiere hacer. 

¿Pero qué nos lleva a querer algo? A veces somos influidos por emociones y a veces por pensamientos. En el primer caso nos vemos llevados por sensaciones de miedo, alegría, celos o codicia. Eso determina nuestra acción.

Por ejemplo, queremos faltar a clase porque nos sentimos aburridos o queremos lastimar a otra persona porque estamos resentidos. Entonces el querer viene de una pasión. 

En el segundo caso nos ponemos a reflexionar concienzudamente acerca de nuestras opciones y nos convencemos de que cierto camino es mejor.

Por ejemplo, vamos a clase porque entendemos su beneficio a largo plazo o evitamos lastimar a otra persona porque somos conscientes de posibles represalias. En este caso el querer brota de la razón. 

Ahora bien, para muchos filósofos las emociones siempre nos extravían, pues nos volvemos esclavos de ellas. Esto es algo familiar para muchas personas:

Durante un momento de mucha agitación dicen o hacen algo de lo cual se arrepienten después, solo por haber sido arrastradas por sus sentimientos de enojo o de tristeza. 

¿Entonces qué opción habría para ellos? Ser esclavos de la razón para dominar la emoción. 

Pongamos el caso de Platón. Para él la libertad implica precisamente auto dominarnos a través del pensamiento. La inteligencia debe ser capaz de poner a la voluntad de su lado para hacer lo que es más racional, ético y virtuoso. 

Este ha sido un dogma filosófico a lo largo de muchos años: solo sería libre quien es esclavo de su razón. 

¿Pero esto es realmente así? Al considerarlo nos resulta muy contradictorio. Muchas personas extremadamente racionales tienen un modo de comportarse sumamente restringido. Su modo de ser está limitado por el gran peso de sus ideas.

Muchas de ellas exhiben un razonamiento excesivamente acartonado. Este ni siquiera les deja moverse. 

Por otro lado, su misma lógica está condicionada por su sistema operativo cultural. Tal vez sea capitalismo 2.0 o socialismo 3.4. No importa. En cualquier caso es una forma de pensar contaminada por una visión del mundo muy pequeña.

Muchas personas pasan toda su vida intentando ser una copia de un modelo ideal alojado dentro de sus cabezas. Todos sus comportamientos se mueven en ese diminuto espacio de consciencia: lo que soy, lo que debo ser, lo que quiero ser…

¿Eso es libertad?

Dejemos esa pregunta en el aire por un momento.

Autenticidad natural y expresión espontánea del propio ser

Existe otra manera de entender a la libertad. Esta otra perspectiva no concibe esta experiencia en términos de racionalidad sino de espontaneidad. No la ve como una consecuencia de dominar nuestras pasiones, sino como un resultado de unificar emociones y pensamientos en un solo espacio de consciencia. 

Normalmente nuestro pensamiento está lleno de dualismos: apariencia y realidad, bueno y malo, o, en este caso, cuerpo y mente. A lo largo de nuestra historia el cuerpo ha sido castigado porque parece ser incontrolable y caótico… 

Solo véase cómo actuó la iglesia durante muchos años: la parte sensual y pasional de nuestro ser fue condenada por formar parte de nuestra naturaleza animal. 

Pero el cuerpo forma parte de nuestra existencia. Al integrarlo con nuestra parte más racional somos capaces de cultivar un estado de ser mucho más armónico y equilibrado. Cada emoción accede a la inteligencia y cada idea se siente en lo profundo de nuestro organismo. 

Ya no se trata de ver a la emoción limitada por la razón o a la razón limitada por la emoción… Se trata de ser testigo de su diálogo mutuo. De una comunicación sanadora. 

Entonces queremos desde la totalidad de nuestro ser.

En consecuencia, cada decisión procede de una fuente más profunda. Es una antesala de otra forma de libertad mucho más intuitiva y atenta a cada aspecto vibracional del propio ser:

Una libertad espiritual.

El yo personal y el libre albedrío

¿Qué es el yo personal? Es el yo separado del resto del mundo. Es el yo preocupado por su identidad, sus valores, sus creencias, y, por encima de todo, con su libertad. ¿Y a qué le llama su libertad? Al control de sus propias acciones. 

Volvemos al problema del control. El yo dice: “Yo decidí entrar a este trabajo, o yo decidí abandonar una relación”. ¿Pero quién es ese yo? Aparentemente es una voz interna. Es el jefe invisible detrás de cada gesto o palabra. Y, sin embargo, nunca lo vemos…

De él sólo conocemos sus regaños, recriminaciones o satisfacciones egocéntricas, las cuales nos hacen sentir muy pesados y constreñidos por exigencias.

El yo también es quien se separa del resto del mundo, estableciendo un puente de comunicación con él, o, más bien, combatiendo férreamente sus acontecimientos, ya sean naturales o sociales.

Este último caso suele ocurrir cuando se presenta algún tipo de diferencia ideológica o afectiva con respecto a otras personas —como cuando experimentamos un amor no correspondido— o cuando algún accidente le niega a nuestra voluntad su deseo de cumplir con ciertos sueños o aspiraciones íntimas… Por ejemplo, rompernos el pie y no poder hacer un viaje a otro país. Es como si en esos instantes el mundo nos negara nuestra libertad. 

Ya lo habíamos visto. Nos sentimos libres cuando no somos limitados. Y, sin embargo, este mundo está lleno de limitaciones. Incluso nuestro cuerpo se enfrenta a una fuerza gravitatoria cuando caminamos, impidiéndonos volar o flotar en el aire. 

¿Cómo es posible ser realmente libre entre tantas restricciones? 

El problema fundamental de entender la libertad desde algo pequeño —como el ego— es que siempre va a estar sometido a su separación con el resto del universo. 

Su libertad va a estar siempre condicionada (para entender mejor esto último pueden revisar mi podcast sobre la libertad, en donde trato el tema del determinismo y el principio causa-efecto).

Por ello pasemos a ver en qué podría consistir una liberación mucho más profunda.

La consciencia pura y la libertad

¿Qué hacer ante un panorama tan pesimista? Tal vez solo nos quede aceptar el vacío. 

De hecho esta es una respuesta aportada por el budismo y el hinduismo. Según estas tradiciones espirituales sólo nos es posible hallar paz y liberación cuando nos sumergimos en un estado de consciencia totalmente silencioso e ilimitado. Un espacio sin pensamientos, juicios o individualidad propia.

¿Qué es ese espacio? Lo conocemos como consciencia pura. Existen estados tan profundos de meditación que son capaces de llevarnos a una experiencia en donde no hay colores, sonidos, pensamientos, emociones ni mundo o yo personal.

A ese estado se le conoce como nirvana. Quienes lo experimentan también lo describen como un campo de infinita libertad. 

¿En qué consiste la liberación propia de una consciencia pura? En que ya no se experimenta una separación entre un “yo personal” y un mundo externo a él. 

Ahora bien, esa consciencia no existe en un lugar ajeno al propio mundo. Está aquí mismo.

Cuando las personas trasladan esta forma de consciencia pura a su vida cotidiana— es decir, cuando abren los ojos y recuperan la experiencia de tener un cuerpo— pueden sentirse totalmente unidas con su ambiente. ¿Alguna vez te ha pasado que estás mirando un cielo estrellado o un paisaje y te pierdes en esa contemplación? 

Es como si tú mismo fueras el cielo o la luna. Como si tu cuerpo estuviera siendo envuelto por una atmósfera vibrante de consciencia, y ya no estuvieras separado del suelo, el aire y los sonidos.

En ese momento dejas de estar peleado con el entorno. Muere tu ego— tu sensación de ser una persona aislada en una pequeña identidad— y te vacías. ¿Pero qué pasa con el vacío? ¡Puede llenarse con todo! Es como dice Douglas Harding al describir la consciencia pura (o plena):

No tiene límites, no tiene cercas alrededor, no tiene bordes; es absolutamente ilimitada en todas direcciones (…)  absolutamente clara, limpia, vacía de contaminación (…) completamente simple, totalmente transparente, vacía de toda excepto de sí misma, vacía incluso de sí misma, más clara que el vidrio, sin nubes, un cielo infinito (...) Porque está vacía, está llena — lleno de la escena, de lo que sea que sea la escena, absolutamente unido con ella. 

Te das cuenta de que todo el mundo está dentro de una consciencia gigantesca. Esa consciencia no es es personal. No es tuya ni de nadie. Es solo un fondo de silencio infinito en donde todo es libre de ser como es. Te das cuenta de cómo todo está bien. No hay ninguna necesidad de pelear ni resistirse. 

No juzgas nada como bueno o malo, correcto o incorrecto. Lo dejas ser en libertad… Sin tratar de negarlo o reprimirlo, aceptando cada cosa tal y como ocurre en el presente.

De eso se trata la meditación. 

¿Cómo se relaciona la meditación con una experiencia de libertad espiritual?

Cuando te sientas a meditar la instrucción es que te des cuenta de cómo surgen pensamientos, emociones o sensaciones dentro de tu experiencia consciente, sin etiquetarlos ni tratar de evitarlos, aunque sean dolorosos. Los budistas hablan de ver a la consciencia como un espejo muy puro: refleja todo sin ser afectado por nada.

En esos momento te das cuenta de por qué siempre sientes una enorme presión en el pecho o en la cabeza. Del motivo por el cual siempre pareces estar luchando contra tus amigos, tu familia o hechos naturales... Es porque rechazas. Es porque niegas las cosas tal y como son en ese momento. 

Tú tienes un plan propio y algo o alguien lo frustra. Sientes cómo te frenan tu voluntad personal. Sin embargo, en el estado de consciencia pura dejas a las cosas pasar como pasan.

Es como dice la filósofa francesa Simone Weil en un hermoso libro titulado “la gracia y la gravedad”: solo hasta que te liberas y te vacías de tu propio ego eres capaz de escapar de la gravedad. Te vuelves ligero, pues fluyes naturalmente con el mundo. 

Te detienes y escuchas. Te encuentras en estado meditativo. 

En esos momentos le permites hablar a lo demás. Tus pensamientos se callan y aprendes a escuchar a tus emociones, a tus intuiciones, a los sentimientos de otras personas, e, incluso, al ritmo de las olas del mar o de los árboles. 

En el silencio de la consciencia todo se comunica. ¿Y qué pasa entonces? Que logras poner en sintonía a tu ser. De eso hablaba antes: para poner de acuerdo a razón y a tus emociones es necesario que le permitas a cada una expresarse libremente. 

Pero ello sólo ocurre cuando realmente estás sintonizado con tu cuerpo y tu cuerpo está sintonizado con el mundo, por lo cual la verdadera espontaneidad surge solamente cuando eres capaz de estar atento a la sinfonía de todo el universo…

Conclusiones. Despertando espiritualmente hacia la libertad. 

La idea de una libertad pura de esta naturaleza puede parecer irreal o difícil de alcanzar. Sin embargo, la realidad es que cualquier persona es capaz de gozar de este estado en mayor o menor medida. La liberación espiritual ocurre en grados: no es un absoluto. 

Una persona ordinaria tiene el potencial de ir despertando poco a poco de su estado de adormecimiento, y, así, empezar a desapegarse cada vez más de su ego personal. Esto es porque el espacio de consciencia pura es en sí misma ordinaria. Es el fondo natural en donde reside nuestro ser… Simplemente lo hemos olvidado. 

Ahora bien, aceptación no es resignación. Pero solo al permitir que la realidad se exprese tal y como lo hace nos volvemos capaces de intervenir con nuestros propios movimientos a su música. Solo al escuchar con atención contribuimos a su movimiento desde un lugar de paz y bienestar. 

Empieza a meditar hoy mismo y pronto te darás cuenta de cómo empiezas a ver resultados, aceptando más cualquier acontecimiento imprevisto y, así, danzando en armonía con él. 

Preguntas Frecuentes 

¿Cómo afecta el entorno a nuestra capacidad de alcanzar la liberación espiritual?

El entorno puede influir en nuestra capacidad para alcanzar la liberación espiritual, ya que un ambiente lleno de conflictos y restricciones puede generar más desafíos. Sin embargo, la verdadera liberación espiritual se logra al desarrollar una consciencia plena y desapegarse de las influencias externas a través de la meditación y la reflexión profunda.

¿Qué diferencias existen entre la liberación espiritual y la libertad física?

La liberación espiritual se refiere a un estado interno de paz y desapego del ego y las restricciones mentales, mientras que la libertad física se relaciona con la ausencia de restricciones externas que limitan nuestras acciones y movimientos. La liberación espiritual puede lograrse incluso en condiciones físicas restrictivas, ya que depende de una transformación en el estado de consciencia.

¿Cómo se relacionan la libertad y el desapego en el contexto de la espiritualidad?

En el contexto de la espiritualidad, la libertad y el desapego están estrechamente relacionados. El desapego implica liberarse de las ataduras emocionales y mentales, lo cual facilita la experiencia de una libertad más profunda y auténtica. A través del desapego, podemos dejar de identificarnos con el ego y experimentar una mayor conexión con el universo.

¿Cuál es el papel del ego en la percepción de la libertad?

El ego puede limitar nuestra percepción de la libertad al mantenernos atrapados en patrones de pensamiento y comportamiento restrictivos. Al identificarnos demasiado con el ego, nos vemos envueltos en deseos y miedos que nos impiden experimentar una verdadera libertad. La práctica de la consciencia plena y la meditación puede ayudarnos a desapegarnos del ego y acceder a una libertad más profunda.

¿Cómo se puede integrar la práctica de la consciencia plena en la vida cotidiana?

Integrar la práctica de la consciencia plena en la vida cotidiana implica ser consciente de nuestras acciones, pensamientos y emociones en cada momento. Esto puede lograrse mediante la meditación diaria, la práctica de la atención plena en actividades cotidianas y la reflexión constante sobre nuestra experiencia presente. Al hacerlo, podemos vivir de manera más auténtica y libre.

Referencias

  1. Chalmers, D. J. (1996). The Conscious Mind: In Search of a Fundamental Theory. Oxford University Press.
  2. Harding, D. E. (2000). Face to No-Face: Rediscovering Our Original Nature. Carlsbad, CA: Inner Directions Publishing.
  3. Metzinger, T. (2009). The Ego Tunnel: The Science of the Mind and the Myth of the Self. Basic Books.
  4. Varela, F. J., Thompson, E., & Rosch, E. (1991). The Embodied Mind: Cognitive Science and Human Experience. MIT Press.
  5. Weil, S. (1952). Gravity and Grace (A. Wills, Trans.). London: Routledge & Kegan Paul.

Despertando a la Filosofía

Este artículo forma parte de un proyecto liderado por Erick Güitrón, dedicado a explorar y difundir conocimientos en el ámbito de la filosofía. Además de artículos como este, el proyecto incluye un podcast, ebooks y servicios de consultoría, todos diseñados para profundizar en temas filosóficos y aplicar estos conocimientos a la vida cotidiana.

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Sobre el/la autor(a)

Erick Güitrón se ha dedicado el estudio de temas espirituales, metafísicos y existenciales desde joven, interesándose por comprender el mundo desde una multiplicidad de perspectivas complementarias. Una de sus mayores pasiones consiste en ayudarle a otras personas a descubrirse a sí mismas a través del empleo de herramientas psicológicas, filosóficas y contemplativas. Cuenta con estudios de licenciatura y maestría en filosofía, así como con una licenciatura en psicología.

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