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La separación entre la mente y el cuerpo ha sido una constante en nuestra cultura, en donde se nos exige separar nuestra existencia entre alma y materia. En el cristianismo esto fue algo muy común, pues nuestra corporalidad era vista como un lugar impuro frente a nuestra parte interior y eterna. Antes de ello, Platón consideró al cuerpo como cárcel del alma. ¿Pero qué pasaría si esta distinción solamente nos impide ver una conexión profunda entre lo físico y lo mental?
En este artículo veremos cómo nuestra experiencia espiritual en este mundo implica necesariamente una existencia encarnada.
Unidad cuerpo, mundo y mente
Imaginemos a una persona en el bosque, rodeada por el susurro del viento, el crujir de las hojas o la humedad en el aire. Cada sensación evoca emociones y pensamientos, transformándose en una experiencia interna. Aquí la mente no está separada... Ella se convierte en parte del bosque y el bosque pasa a formar parte de su ser. Es como si los ritmos de la naturaleza se encarnaran en la piel del caminante. Todo esto tiene una explicación muy interesante:
Nuestra mente está fusionada con el mundo, en lugar de estar separada de él. Eso incluye a nuestras emociones, percepciones y acciones.
Imaginemos, por ejemplo, un hacha en las manos de un leñador. Para él, el hacha es una extensión de su propio cuerpo y mente. Su habilidad y precisión se fusionan con el objeto en su mano, y su mente se extiende hasta el filo de la hoja. Así, sus pensamientos y emociones se despliegan y moldean en sincronía con la herramienta y el entorno. En realidad, existe una unidad profunda entre cuerpo, mente y mundo, aunque habitualmente no nos demos cuenta de eso.
Por ejemplo, cuando un músico toca un instrumento está pensando con sus manos, y cuando un bailarín ocupa el escenario la totalidad de su cuerpo está resonando con su ambiente. Somos un organismo: una integridad.
Consideremos tan solo a Leonardo da Vinci, el genio polímata y genio renacentista. Hasta donde podemos deducir de sus dibujos y diagramas, Leonardo no solo pintaba o inventaba; él habitaba el mundo con una sensibilidad extremadamente aguda. No observaba el mundo desde una distancia fría; lo sentía desde dentro, como si su mente fuera capaz de filtrarse en cada corriente del aire o pliegue montañoso.
Su propia percepción estaba tan entrelazada con el mundo que, al ver una corriente de agua, podía imaginar la mecánica de los músculos o el flujo sanguíneo, como si ambos fueran partes de un mismo tejido.
Todas nuestras inteligencias funcionan igual. Por ello, si buscas comprender alguna idea de manera realmente profunda, trata de sentirla con todo tu ser, comunicando directamente tu imaginación con todos tus sentidos. Experimenta con tu cuerpo tomando entre tus manos herramientas o materiales y juega con esos objetos. Ve a dar un paseo por la calle y observa cuidadosamente tu entorno.
¿Cómo te habla el mundo? ¿Qué te dice? Pronto te darás cuenta de que tu creatividad y tu intuición acceden a nuevas puertas de conocimiento, sabiduría y vitalidad.
Conclusiones: Experimentando la unidad con el universo
Muchas personas buscan experiencias trascendentales, como la mística o el uso de sustancias psicodélicas, para deshacer esta frontera y sentir que "todo es uno". Entender cómo no existe un afuera y un adentro. No hay un "afuera" ni un "adentro"; solo existe la experiencia pura de ser.
En cierta manera, la idea de unidad entre cuerpo y mente nos devuelve a una intuición ancestral, que místicos de todas las tradiciones han señalado. La experiencia de "sentirse uno con todo" no es una simple alucinación. Santa Teresa de Ávila, en sus arrebatos místicos, decía que sentía su cuerpo como si no tuviera peso, en una ligereza que solo puede explicar quien ha sentido que el alma no tiene fronteras.
¿Es posible que la mente y el cuerpo sean, en última instancia, una expresión de algo más vasto que los contiene a ambos?
Quizás no estamos hechos de partes desconectadas, sino de relaciones profundas y misteriosas que nos ligan al entorno, a los otros y a todo lo que existe. En el fondo, la idea de que estamos "aquí" y el mundo "allá afuera" es solo una manera de mirar, una ilusión que desaparece cuando sentimos que, como olas en el océano, somos una expresión de algo mucho más vasto, una sinfonía de cuerpo, mente y universo en movimiento.
Referencias
Despertando a la Filosofía
Este artículo forma parte de un proyecto liderado por Erick Güitrón, dedicado a explorar y difundir conocimientos en el ámbito de la filosofía. Además de artículos como este, el proyecto incluye un podcast, ebooks y servicios de consultoría, todos diseñados para profundizar en temas filosóficos y aplicar estos conocimientos a la vida cotidiana.