Despertando a la Filosofía

La autenticidad y el mundo digital

Episodio:

13

En este episodio de 'Despertando a la Filosofía', Erick explora la autenticidad en la era de las redes sociales. Analiza cómo las sociedades contemporáneas influyen en nuestra identidad y en la forma en que nos presentamos en línea. Reflexiona sobre la fragmentación del yo en diversos contextos y cómo la autenticidad puede volverse una mercancía en el mercado digital. También destaca la importancia de la auto-observación, la espontaneidad y el cuestionamiento de nuestras motivaciones al proyectar una imagen en línea. Únete a Erick en esta profunda reflexión sobre cómo navegar la autenticidad en un mundo dominado por la lógica del mercado y las cibertecnologías.

Hola a todos, para este nuevo episodio de "Despertando la filosofía". Mi nombre es Erick y en esta ocasión voy a estar hablando del tema de la autenticidad y las redes sociales. ¿Es acaso posible ser auténticos en un mundo tan interconectado y en el que parece que dar una imagen es tan fundamental y es tan relevante para que podamos de alguna forma sentirnos legitimados y visibilizados ante los otros?

Bueno, primero que nada, este tema tiene varios componentes; uno de ellos es el de la autenticidad, otro es el de la sociedad y la cultura. Primero voy a hablar de qué es la autenticidad, cómo puede definirse, cómo se le puede entender, y después, cuáles son las características de nuestras sociedades tecno-científicas y capitalistas contemporáneas que están tan presentes en nuestras vidas y que nos envuelven tan profundamente.

Primeramente, para hablar de autenticidad, habría que hablar de identidad, de quiénes somos nosotros. Y este es un tema que obviamente es complejo. Nosotros sentimos que somos una cierta persona, tenemos un nombre propio, tenemos ciertas características de la personalidad, ciertos gustos. Y cuando nos preguntan quién eres, respondemos: soy Fulano de Tal y hago esto y me dedico a lo otro.

Esto es problemático porque es básicamente algo que tenemos como un pensamiento, es decir, son una serie de etiquetas mentales que simplemente nos estampamos y que no sabemos bien de dónde vienen. En realidad, ellas están formadas a partir de nuestras relaciones con la cultura y con la sociedad.

Hay una gran cantidad de análisis acerca de cómo se construye nuestra identidad a partir de la cultura en donde nacimos, nuestro país, los padres que tuvimos, y que obviamente también se entrelazan con cierto tipo de características de nuestra genética, de nuestro temperamento y demás.

Pero entonces, ¿quiénes somos realmente? ¿Existe algo así como una identidad estable o una identidad sólida? Esto es algo que realmente se ha puesto en gran cuestionamiento, sobre todo desde el postmodernismo, en que se nos dice que ya no existen las grandes narrativas, incluyendo ésta de la identidad, y también ha dado lo que se conoce como la fragmentación del yo.

Es decir, ya no podemos decir que somos unos seres coherentes con unas ciertas características esenciales, sino que más bien estamos fragmentados en un montón de contextos, en un montón de lugares. Simplemente pensemos cómo somos con nuestros amigos, cómo somos con nuestra familia, cómo somos cuando estamos solos o con nuestra pareja.

Entonces, esta idea de la identidad es problemática. Y por lo mismo, también la idea de la autenticidad llega a ser problemática. Es decir, ¿qué significa ser auténtico? Ser auténtico, ¿significaría ser uno mismo? Pero si no hay algo estable que sea uno mismo, si no hay un yo como tal, bueno, entonces ¿qué es esto?

Y bueno, por ese motivo, digamos que el concepto en la filosofía contemporánea de alguna forma ha ido cayendo en desuso. A muchas personas no les gusta, a muchos filósofos no les encanta. También hay una manera de pensar en la autenticidad que no se refiere como tal a un concepto, a una representación propia de decir "yo soy tal y tal y tal". Yo soy fulano con tales y cuales características, sino más bien implica de alguna forma la espontaneidad e implica también la observación propia, es decir, darnos cuenta de qué es lo que nos hace felices, de qué es lo que aumenta nuestra potencia de ser y nuestra potencia de pensar, como diría Espinosa, y que realmente hace que nos conectemos con lo que nos rodea.

Y para mí, ese es el sentido más fundamental o más importante de la autenticidad. No tanto este modelo de pensar que tenemos esta chaqueta mental que nos ponemos de "a yo soy tal y cual", sino más bien cómo nos sentimos a un nivel incluso corporal. Y bueno, creo que eso es saludable que todos podemos hacer: observarnos a nosotros mismos en distintas situaciones y cómo respondemos. Es decir, darnos cuenta, ser conscientes de qué es aquello que vibra con nosotros o que resuena con nosotros.

Para mí eso sería lo fundamental y no está basado en ciertas imágenes o en ciertos ídolos que nos vende la cultura de cómo deberíamos ser.

Eso vendría siendo para mí el aspecto falso o el aspecto inauténtico. Y en ese sentido, la autenticidad tendría que ver pues con el organismo en general, o sea cómo están integradas nuestras emociones con nuestros pensamientos con todo nuestro ser, todo lo que somos en un sentido psicofísico.

El problema justamente con el que nos encontramos en la cultura es que constantemente se nos están presentando estas imágenes de ideales y se nos dice esto es lo que tienes que querer, esto es lo que tienes que desear, así es como tienes que sentirte. Y pues eso podemos llegar a manifestarlo en redes sociales.

Es decir, queremos aparecer de una cierta manera. Por ejemplo, ahí están los filtros de las redes sociales que hacen que una persona pueda aparecer más joven o más delgada o más blanca. Incluso están, por ejemplo, también todas las formas en las que podemos mostrarnos a nosotros mismos como personas exitosas o con un cierto estatus social o con una relación de pareja que se considera deseable.

Ahora, por otro lado, también hay algo muy curioso. Y es que la autenticidad misma ha pasado a convertirse en una suerte de mercancía, o lo que algunos llamarían una "comodificación", es decir, hasta lo que se vende y se compra dentro del mercado digital. Entonces uno se da cuenta de que muchas veces los influencers tratan de parecer auténticos o tratan de alguna forma de parecer únicos o de agarrar sus respuestas emocionales más primarias y mostrarlas allí para que todos los vean llorando o riendo o haciendo lo que sea. Entonces, uno puede preguntarse, bueno, ¿eso es ser auténtico o no es ser auténtico si ya tiene como finalidad alcanzar cierto grado de legitimación o obtener 'likes', obtener un reforzamiento social?

O sea, lo que termina sucediendo es que estamos tan envueltos en la burbuja del capitalismo. Esto es lo que se llama la "subsumación" del capitalismo sobre la vida, que justamente eso, la vida entera, parece que termina convirtiéndose en el juguetito de la lógica del mercado y entonces ya no se puede decir que estemos actuando de una manera desinteresada, sino que siempre ahí hay una intención.

A eso será llamado de muchas maneras: sociedad del espectáculo, capitalismo afectivo, capitalismo digital, es decir, todas estas maneras en las que de pronto usamos a las tecnologías, en este caso, las cibertecnologías para proyectar una cierta imagen que termina pasando que en realidad nos volvemos muy frágiles ante los demás.

Nuestro ser se vuelve muy frágil porque parece que todo el tiempo está dependiendo de lo que los otros digan, de cuáles sean sus reacciones, de si les gusto, no les gusta, de si nuestras publicaciones son compartidas o no son compartidas.

Entonces, ¿qué hacer con todo esto? ¿Qué hacer ante una sociedad en la que la dramatización social, es decir, básicamente ser un actor frente a un escenario en el que todos nos están vigilando, es algo que parece que es tan fundamental?

¿Cómo podemos escapar de eso? Bueno, tengo amigos y conocidos que se han hartado tanto de esa situación y les ha parecido de alguna forma tan corrosiva la atmósfera que hay en esos ambientes virtuales que básicamente se han desconectado. Han cerrado sus redes sociales, su Facebook, su Twitter, su Instagram, y pues no han querido regresar. Muchos de ellos se han regresado, otros no han querido hacerlo. Pero esa es la solución al final.

Pues parece que ese tipo de herramientas también nos permiten conectarnos con otras personas, obtener noticias, es decir, si se saben usar, pueden llegar a ser muy buenas herramientas para nuestra vida.

Pero, ¿qué hacer? Bueno, lo primero que yo diría de nuevo es que hay que preguntarnos por qué hacemos lo que hacemos y para qué lo estamos haciendo. Y hay que preguntarnos si la imagen que estamos proyectando ante los demás realmente viene de un lugar propio y de una pasión propia, o si simplemente es una forma de nuevo de enmascararnos.

Y creo que eso es algo que se nota muy fácilmente en cuanto a cómo nos sentimos. Es decir, si publicamos algo, nos sentimos bien de eso que estamos publicando por el hecho de que en él depositamos nuestra pasión, depositamos nuestras ganas, nuestro esfuerzo, nuestra voz, o más bien dependemos de que nos den una reacción o de que nos comenten.

Si es lo segundo, es que probablemente lo que estamos buscando básicamente es dar lugar a eso, a una cierta imagen. Si es lo primero, yo pensaría que va más alineado a esto, a encontrarse a uno mismo. Ahora, obviamente, esto requiere también su grado de esfuerzo porque, como decía antes, muchas veces terminamos poniéndonos un disfraz tan íntimamente que nos confundimos con él y ya no podemos diferenciarlo.

O sea, nos ponemos el disfraz del médico, o el disfraz de policía, o el disfraz del artista. Y se vuelve un ego tan grande que a lo mejor si hay algo ahí que resuena, si hay algo ahí que es real, pero a lo mejor también hay una serie de posturas, una serie de maneras de hablar, de maneras de comportarse, de opiniones que a lo mejor pensamos que corresponden al artista, o que corresponden al médico, o que corresponden al abogado.

Me explico, y bueno, esto para mí es algo que nos sigue limitando y que pues vendría siendo inauténtico en el sentido de que pues se origina en pensamientos y no se origina en la vibración y la resonancia que tenemos con lo que estamos haciendo, con la pasión.

Creo que en las redes sociales es muy fácil de nuevo que nos dejemos capturar por todas estas dinámicas de refuerzos, pero que lo fundamental es que cuando vayamos a hacer algo, cuando vayamos a autoexpresarnos, lo hagamos no con el interés de que haya una respuesta de parte del otro, sino más bien de que nosotros podamos hacer valer nuestra voz y de que esa voz nosotros sintamos en lo más profundo y a partir de una autoobservación.

Pues que viene de un gozo real, que es algo que, como decía antes, aumenta nuestra sensibilidad y nuestra capacidad para vivir la vida, para hacer, para experimentar.

Y bueno, estas son algunas de las reflexiones que les quería dejar y pues nada, me despido de ustedes con mucho gusto y hasta la próxima. Chao.