En este episodio, Erick nos invita a reflexionar sobre el amor, explorando cómo va más allá del romanticismo tradicional. Mediante referencias a la filosofía, como las ideas de Aristófanes y Spinoza, y la espiritualidad en el cristianismo místico e hinduismo, Erick revela diferentes perspectivas del amor como una fuerza unificadora, desbordante y de sacrificio. Nos lleva a cuestionar los clichés culturales que lo ven como posesivo, destacando el amor como un acto de auto-limitación y conexión con el universo.
Hola a todos, les doy la bienvenida a un nuevo episodio de Despertando a la Filosofía. Mi nombre es Erick Güitrón, y en esta ocasión vamos a hablar sobre el amor.
Todos estamos familiarizados con este concepto o sentimiento a partir de nuestras experiencias personales y también de nuestras interacciones con la cultura. Después de todo, hemos escuchado esas cursis canciones de radio que quizá alguna vez dedicamos a nuestras parejas. O esos poemas épicos y románticos que nos hicieron leer en la secundaria o preparatoria. Y es algo que entendemos como grandioso, mágico, incluso predestinado.
Todos hemos escuchado también frases como "el amor lo puede todo" o "el amor es la respuesta". Detrás de estas frases, que pueden llegar a ser muy clichés, está la idea de que el amor es una fuerza que de alguna manera nos completa, que nos da sentido o que va a rescatarnos o salvarnos del vacío existencial.
Y en parte, estas ideas vienen de ciertas maneras estereotipadas de pensar en el amor, vinculándolo sobre todo con el amor romántico. Este tipo de amor que encontramos en las novelas o en las películas es apasionado, es intenso, caótico, y muchos de nosotros nos hemos dado cuenta de que puede llegar a ser muy desastroso; frecuentemente está saturado de peleas, celos y desconfianza.
Porque en él también residen un montón de expectativas. Estos son los mitos del amor que dura para siempre, que sea perfecto, que nos salve de la soledad. Pero, ¿esto es realmente el amor, o hay otra manera de pensarlo? Y la respuesta es que, claro, sí la hay.
La filosofía ha debatido y se ha cuestionado acerca de esto durante miles de años también. La espiritualidad y las tradiciones místicas han pensado en el amor, o si no, simplemente consideren esa idea tan famosa de que "Dios es amor", que en el fondo no es otra cosa que decir: Dios es unidad. Si quieren escuchar un poco más sobre esto, revisen mi podcast sobre la armonía donde lo explico mejor.
Ahora bien, la idea de que el amor es algo que nos completa o nos devuelve a una suerte de plenitud perdida, está realmente muy arraigada dentro de nuestra cultura. Y aquí es donde entra el famoso mito de Aristófanes, que fue un poeta y cómico griego, aparece en un diálogo de Platón ultra archiconocido que se llama "El Banquete".
Básicamente, en este diálogo, Platón nos cuenta a través de Aristófanes que los seres humanos originalmente estaban completos. De hecho, eran prácticamente lo que nosotros llamaríamos unos monstruos. Tenían cuatro brazos, cuatro piernas, dos órganos sexuales diferentes o en algunos casos, dos órganos sexuales iguales, dos cabezas.
Entonces los dioses los dividieron. Y eso fue lo que terminó causando que los seres humanos fueran vagando, buscando a su otra mitad, la famosa media naranja.
Esta es una idea que es hermosa y trágica también al tiempo, porque es una perspectiva en la que se nos dice que el amor siempre involucra buscar esa pieza que nos va a hacer sentir completos. Y sin embargo, ello también nos deja con una sensación incómoda de incompletitud, de que algo falta y de que sin ese otro, pues estamos fundamentalmente rotos. Lo que quiero mencionar aquí justamente es que hay otras maneras de pensar en esto, y aquí es donde entran esas tradiciones espirituales de las que hablaba antes.
Entonces, en el misticismo cristiano, por ejemplo, se habla del amor divino como una fuerza que lo abarca todo. San Juan de la Cruz, en su "Cántico Espiritual", lo describe como una unión total con lo divino donde, según él, el alma se funde en una especie de éxtasis.
Aquí, el amor no es algo que falta, sino algo que desborda. También podemos pensar en el concepto de bhakti en el hinduismo, que básicamente es el amor devocional hacia Dios que no buscaría otra cosa que la unión con lo divino. Este amor, como lo entiende el bhakti, es pleno en sí mismo. Es decir, no necesita de otro, sino que se basta.
Es suficiente consigo mismo. Porque de nuevo tiene, digamos, esa conexión directa con la divinidad, con el universo, como quiera llamársele. El místico Rumi, que también era un poeta muy interesante, lo expresaba de la siguiente manera: "Estabas buscando la llave y ya tenías la puerta abierta".
Por otra parte, Spinoza, que fue un filósofo holandés muy conocido que a mí me gusta mucho en lo personal, ofrece una perspectiva muy fascinante. Él habla acerca de un amor intelectual que no vendría siendo otra cosa que una suerte de comprensión muy profunda y muy intuitiva que no es meramente abstracta, no es meramente conceptual, sino que realmente se siente de la unidad con la naturaleza que para Spinoza de nuevo, es Dios, Dios es naturaleza y naturaleza es Dios.
Por otro lado, el amor también puede entenderse como un acto de auto-limitación y sacrificio. Y esta es otra perspectiva filosófica que a mí al menos me parece súper interesante y es algo que defiende una filósofa francesa que se llama Simone Weil. Para Weil, el amor no es solo una expansión, sino que también puede pensarse como una renuncia en su visión.
Amar implica restringir nuestra propia fuerza o nuestra propia capacidad de imponer una voluntad sobre el otro. ¿Qué quiere decir esto? Bueno, probablemente muchos de ustedes hayan experimentado en sus relaciones y no solo en sus relaciones de pareja, sino en general en sus relaciones con amigos o en sus relaciones familiares, que de pronto hay como un juego de poderes, hay como un intento de ver quién cede y quién es el que toma las decisiones, quién es el que se impone.
Lo que diría Simone Weil es que el amor se vuelve justo cuando alguien puede hacer algo, es decir, puede imponer lo que quiere, puede imponer su voluntad y, sin embargo, no lo hace, sino que más bien se restringe. Y de alguna manera, incluso puede llegar a restringir sus propios placeres o sus propios gozos como una madre que no se alimenta a sí misma porque prefiere alimentar a sus hijos, por ejemplo.
Entonces, hoy veía esto muy reflejado de manera simbólica en la encarnación de Dios como una expresión máxima de esta auto-limitación. Dios, que es infinito, se vuelve humano, se vuelve finito, limitado, se hace vulnerable, renuncia a su poder absoluto y de esta manera, pues puede habitar nuestra realidad.
Entonces, en relación con esto, Weil escribió: "El amor de Dios por nosotros es una renuncia a su omnipotencia". En esta idea, Dios se retira, se vuelve pequeño, por así decirlo, permitiendo la libertad humana como un acto de amor supremo.
Entonces, fíjense, es bien interesante para Weil. Amar es renunciar al dominio. Es un acto de vaciamiento, lo que llamaríamos kenosis. Y este es un tema que Weil ha reflejado en su propia vida. Weil nació en una familia judía y abrazó el cristianismo de una manera que fue muy personal y muy mística. Es decir, ella no era este tipo de personas que simplemente creen el cristianismo desde una perspectiva muy conceptual, muy alejada, muy abstracta, sino que realmente lo hacía desde la intimidad de su ser.
Y aunque nunca se bautizó, su amor por la humanidad la llevaba a tratar de compartir el sufrimiento con los más desfavorecidos. Sea de alguna manera, ella trató de seguir el ejemplo de Jesús de este sacrificio que Jesús hace por nosotros o que Dios hace por nosotros una vez que se transforma de esta realidad infinita a esta realidad corporal vulnerable y débil.
Entonces, en su vida, realmente Weil encarnó esta filosofía del amor como sacrificio, e incluso llegó a negarse a recibir más alimentos de los que creía que recibían los soldados franceses durante la Segunda Guerra Mundial. Esta imitación voluntaria y este amor por la justicia, realmente creo que es algo que nos pone a pensar y nos pone a cuestionar el amor como posesión del otro, que de nuevo, es algo muy común. Creemos que la otra persona es un objeto y que de alguna manera, si nosotros podemos controlarla o manipularla o hacer lo que nosotros queramos que haga para que nos beneficie o nos dé placer a nosotros mismos, entonces eso es amor. Y para Weil, no es así, para ella, amar no es imponer nuestra voluntad, sino más bien limitarla para que el otro pueda existir en su plenitud, darle oxígeno, por así decirlo, para que pueda crecer y florecer, darle espacio en lugar de sofocarla con nuestro propio yo, con nuestro propio egoísmo, que muchas veces es lo que tendemos a hacer.
Y bueno, en cualquier caso, considero que esta es una perspectiva mucho más amplia del amor que ya no la considera como falta, sino como algo que es mucho más profundo que puede entenderse como unidad, si seguimos a estas tradiciones espirituales, pero que también puede entenderse como sacrificio, como auto-limitación, como espacio.
Y no necesitamos ser religiosos o creer en estas doctrinas para ver la sabiduría que hay detrás de esto, de ver al amor como algo más poderoso que nos conecta de alguna forma, que nos permite ser felices, que nos permite gozar, pero que al mismo tiempo, también nos permite ser empáticos con los demás. Y bueno, para mí, creo que eso es algo que realmente tiene un efecto importante en la vida cuando lo exteriorizamos.
Bueno, espero que les haya gustado este episodio. Pueden dejarme comentarios aquí en este podcast. Pueden también revisar la página de Despertar que está en los enlaces y nada, les deseo mucha suerte y que el amor los acompañe. Chao.